SE NOS PERDIÓ LA CAPACIDAD DE ASOMBRO.

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Por: Jairo Canal Herrera
Contacto: jjcahe@hotmail.com


Se nos ha perdido la capacidad de asombro, cada día es más grande la brecha entre los ciudadanos y el estado, se ha perdido la credibilidad en las instituciones públicas, estamos pegados más a la urgencia y no la importancia, los esfuerzos del estado por luchar contra la corrupción parece tambalear, pues todo se quiere solucionar con una norma, en una nación donde el inconsciente colectivo convive y vuelve paisaje que los funcionarios se apropien de los dineros públicos, o que sean ineficiente, ineficaces, es decir, el postulado del artículo 209 de la carta, se quedó en una declaración de principios, pero que muchos gestores fiscales desconocen, pues no forma parte de la cultura en el que viven.

La política en nuestro medio se volvió una profesión, lo normal de una profesión es que produzca dinero a quien la ejerza; por ello no sabemos que duele más, si los funcionarios corruptos enquistados en todos los niveles del poder, o los ciudadanos que indolentemente presencian el saqueo y no denuncian. Aprendimos a vivir con ello, por eso la frase que se escucha en muchos cafés de nuestros pueblos “que robe, pero que haga algo”. Se perdió la ética de lo público.

Algunos sectores de la Sociedad están empeñados en prohibir por medio de leyes y castigos severos los actos de corrupción, se aplaude la iniciativa pero reprimiendo no se garantiza que los funcionarios públicos dejen esas conductas, es cuestión de cultura, en el inconsciente colectivo de los mandatarios está cimentada la idea que si gano, voy por lo mío y a los votantes, parece no importarles el destino y uso de los recursos del estado, con tal que ellos sean beneficiarios directos de la feria de contratos y obras. 

Donde más se evidencia la corrupción es en aquella instancia que está más cerca de los problemas ciudadanos, en algunos municipios, no todos, se evidencia la feria de negocios, unos ofertando el 10% y algunos burgomaestres exigiendo el 20 y el 30%, el resultado de esta práctica ilegal, son obras inconclusas, mal acabadas, con los materiales que no son los adecuados, con más arena que cemento, con menos hierro, en fin son obras que no resisten un examen de calidad.

Es por ello que en muchos municipios, vemos que el caballito de batalla es el nunca terminado acueducto, a pesar de cuantiosas inversiones, el agua no llega en calidad, en cantidad y las 24 horas, a esos funcionarios que han intervenido en algún momento estos sistemas deberían meterlos a la cárcel, por irresponsables y por apropiarse de recursos y no solucionar los problemas. En otros, se ha concesionado el alumbrado público, más pensando en la comisión que en el beneficio de los ciudadanos, son incontables las obras que se han hecho, mas pensando en el negocio que el la satisfacción de las necesidades del colectivo social.

No es una Ley, es una actitud del servicio público, se requiere no administradores sino gerentes del Desarrollo; se necesitan ciudadanos que apoyen propuestas diferenciadoras e innovadoras y así derrotar la compra de votos y favores personales, pues si un candidato se gasta comprando una elección 400 millones, lo lógico es que los recupere con una buena ganancia, así le toque sacrificar obras de beneficio social. Pero el presupuesto del Municipio o del Departamento, no puede estar al servicio de campañas; pues cuando ello ocurre, los resultados son visibles, no hay inclusión social, no se mejoran niveles de pobreza, no se desata la dinámica del desarrollo. En fin, solo habrá miseria y desesperanza.

Mientras, disfrutemos de lo que hemos elegido



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