Por: António
Guterres Secretario General de las Naciones Unidas
El coronavirus (COVID-19) está trastornando
nuestro entorno. Sé que muchas personas están nerviosas, preocupadas y
confusas. Es completamente natural.
La amenaza de salud a la que nos enfrentamos
es distinta a cualquier otra que hayamos vivido.
Por otra parte, el virus se está propagando,
el peligro está creciendo ... y nuestros sistemas de salud, nuestras economías
y nuestra vida diaria soportan un gran nivel de estrés.
Los más vulnerables son los más afectados,
especialmente nuestros ancianos y las personas con enfermedades preexistentes,
también quienes no tienen acceso a una atención sanitaria estable, y quienes
viven en la pobreza o en condiciones precarias.
Las consecuencias sociales y económicas de la
combinación de la pandemia y la ralentización de las economías repercutirán en
la mayoría de nosotros durante algunos meses.
Pero la propagación del virus llegará a
un punto máximo. Nuestras economías lograrán recuperarse.
Hasta entonces, debemos actuar juntos para
frenar la propagación del virus y cuidar unos de otros.
Es el momento de ser prudentes, no de entrar
en pánico. De la ciencia, no del estigma. De los hechos, no del miedo.
Aunque se ha clasificado como pandemia,
podemos controlar esta situación. Podemos retrasar la transmisión, prevenir la
infección y salvar vidas. Pero hacerlo requerirá medidas inéditas de índole
personal, nacional e internacional.
El COVID-19 es nuestro enemigo común. Debemos declarar
la guerra contra este virus. Ello significa que los países tienen la
responsabilidad de prepararse, acelerar e intensificar las medidas.
¿Cómo? Aplicando estrategias de contención
eficaces; activando y mejorando los sistemas de respuesta de emergencia; aumentando
drásticamente la capacidad de realización de pruebas y la atención a los
pacientes; preparando los hospitales, asegurando que tengan el espacio, los
suministros y el personal necesarios; y desarrollando tratamientos médicos
vitales.
Todos nosotros tenemos también nuestra
responsabilidad – la de seguir los consejos médicos y adoptar las sencillas y
prácticas medidas que recomiendan las autoridades sanitarias.
Los mercados financieros se han visto muy afectados por la incertidumbre.
Las cadenas mundiales de suministro se han interrumpido. La inversión y la demanda de los consumidores
se han hundido, y ello acarrea un riesgo real y creciente de recesión
mundial.
Los economistas de las Naciones Unidas estiman que el virus podría costar a
la economía mundial 1 billón de dólares como mínimo este año, tal vez
mucho más.
Ningún país puede enfrentar solo esta situación. Más que nunca, los
Gobiernos deben cooperar para revitalizar las economías, aumentar la inversión
pública, impulsar el comercio, y garantizar la prestación de un apoyo
específico a las personas y las comunidades más afectadas por la enfermedad o
más vulnerables a los efectos económicos negativos, incluidas las mujeres, que
a menudo soportan una carga desproporcionada del trabajo de cuidados.
Una pandemia pone de manifiesto que la
humanidad es una familia cuyos miembros compartimos vínculos esenciales.
Las Naciones Unidas, incluida la Organización
Mundial de la Salud, se han movilizado por completo.
Nos solidarizamos plenamente con todos
vosotros y vosotras.
Estamos juntos en esto, y lo superaremos,
juntos.